Friday, July 24, 2009






VAMOS A TRIUNFAR










1. EN LO MÁS CRUDO DEL CRUDO VERANO salgo al balcón buscando aire y percibo que huele a incendio. No digo que ese olor lo provoquen las pavesas de algún bosque cercano en plena ignición, sino que así es como huele el mundo apenas unas horas antes de que empiece el fuego. Parece una condena bíblica, como si la especie humana no se mereciera vivir entre bosques y -como uno de esos asesinos en serie que se horroriza de sus crímenes pero se siente impelido a reincidir una y otra vez como si estuviera maldito- siempre que el aire es propicio para los incendios, sabemos que estos terminarán apareciendo. Me viene a la mente la enigmática frase de aquel sabio: "daría todo Shakespeare por contemplar la sonrisa de un árbol".



Podemos debatir sobre las causas del fuego. Nombramos a los especuladores, a los pirómanos, la desaparición de los viejos procedimientos agropecuarios de limpieza de los montes... Es bueno saber todo eso, pero hay una intuición de fondo acaso tan básica que tiende a quedar soslayada en nuestras reflexiones: el bosque arde porque está indefenso. Hay quien lo quema por vengarse de quienes le negaron acceso a su coto de caza, quien está resentido porque no le dejan coger setas por la preservación del hábitat del urogallo, quien disfruta sintiéndose poderoso provocando un incendio para luego sumarse a las cuadrillas de bomberos, quien defiende intereses especulativos... qué sé yo... ¿tan importante es buscar las razones? Advierto esta misma obsesión racionalista por "buscar causas" en la violencia contra la mujer. Desde luego que las hay, pero la principal es la que no es propiamente una causa: a las mujeres se las agrede, se las viola y se las asesina porque son más débiles. Lo son en el mundo opulento, y lo son, en mayor medida, en las comunidades subdesarrolladas del planeta. Mujeres, niños ancianos, ciclistas, peatones, minusválidos, etnias minoritarias... da igual, todas estas especies tienen la mala costumbre de cruzarse por medio de alguien que va con mucha prisa y ralentizarle el paso o, simplemente, no obedecer las órdenes que se le dan con la suficiente prestancia. La conclusión es que le terminan cayendo las hostias encima. Al bosque le pasa lo mismo: no nos hemos planteado nunca suficientemente que está indefenso y que detestando la maldad de los pirómanos hacemos como quien intenta asesinar al mar lanzando cuchilladas al agua.




Miren. Al lado de mi casa hay unas pistas de deportes completamente abiertas al público y sin vigilancia especial. Las redes de las porterías de la cancha de balomnano han desaparecido por la sucesiva aportación destructiva de los niñatos -sin distinción de razas- que han ido cortándolas, estirándolas o mordiéndolas para acabar con ellas. ¿Por qué? Supongo que por la misma razón por la que de pequeños lanzábamos lagartijas a una hoguera, por sentirnos poderosos. Junto a los vestuarios, a la entrada exterior, hay un par de bombillas. Hay un señor que se encarga de reponerlas de vez en cuando, pero es inútil, pues siempre hay un niñato enfadado por un penalty injusto que le arrea encolerizado un balonazo al techo y revienta la bombilla.



¿Por qué seguir buscando "causas"? Así es la estirpe de Caín, tan convencida ella subida a sus cuatro por cuatro y con el craneo repeinado de ser la única elegida, ignorante de que el planeta viviría más tranquilo si se librase de nosotros. Mientras tanto, habremos de aprender a asumir que el bosque que contemplamos ahora será quemado en breve... salvo que nos impliquemos todos en defenderlo.






2. LA LUNA nos pone cachondos por causas infantiles e inconfesables. Durante los setenta, parecía casi una evidencia indiscutible que cada noche una escuadrilla de platillos volantes repletitos de hombrecillos verdes con antenas sobrevolaba el cielo de Majadahonda. La pequeña burguesía de izquierda creyó que para abandonar la religión bastaba con sustituir la misa -demasiado frecuentada por beatas- con convenciones sobre avistamientos OVNI, y ya no hubo duda de que, a poco que la CIA, los masones, el OPUS y los padres Escolapios levantaran el secreto, los marcianos nos proporcionarían las claves para un NUEVO AMANECER. Yo, la verdad, siempre pensé que si los marcianos vinieran sería para follarnos y luego matarnos -en ese orden o en el inverso-, pero ya saben que soy algo cenizo.



Por lo demás, el cuarenta aniversario del alunizaje solo puede ser recibido con cierta melancolía. El proyecto Apolo y aquella frasecita de marras de Neil Armstrong -mis alumnos creen que es un ciclista- revelan que aquel fue el último acto de heroismo "mundial" de la historia. Sí, ya sé: la conquista del espacio estaba para fastidiar a los comunistas, y la bandera de barras y estrellas que clavaron sobre la superficie lunar era la del mismo país cuyos soldados achicharraban a los vietnamitas en las selvas. Lo que intento decir es que el poder de identificación -de empatía- que produjo aquel acontecimiento televisado en directo en 1969 con un universal humanístico como el de la Razón, la Ciencia o el Progreso, ya no ha podido ser ni remotamente igualado por los records de Usain Bolt, las mediaciones de la ONU o la búsqueda de la vacuna contra el SIDA. Fue todo una mentira, de acuerdo. Y no por la mamarrachada esa de que todo fue un montaje que la NASA encargó a Stanley Kubrick, sino porque lo que verdaderamente se pretendía no era la conquista del espacio -¿a quien le importa la puta galaxia?- sino rodear el planeta de satélites. Nada de disparar a marcianos con pistolas laser ni -como querían Spielberg y algún budista capullete- montar orgías espirituales en la tercera fase... La cuestión es más bien suministrarnos la información que estamos en condiciones de merecer y tener imágenes "globales del planeta". Así podemos ver gracias al satélite a Belén Esteban pegando alaridos de rabalera, y además somos vigilados para ver si después de mear nos lavamos adecuadamente la punta del pitorro.







3. FERNANDO CORREA, principal detenido hasta el momento por la Trama Gurtel, dice -según el testimonio de un preso de Soto del Real- "No sé qué hago yo aquí rodeado de delincuentes". Me pregunto si somos conscientes de que a la cárcel no se va por ser gitano, árabe, puta o, como en los tiempos de Franco, maricón. No hay siquiera ninguna ley -y ya tiene delito- que reconozca explícitamente que a la prisión deben ir preferentemente los pobres. No ayuda mucho a que cambie esta sensación el hecho de que, cada vez que paso por el juzgado de guardia que hay al lado de casa, lo que veo son familias enteras de desclasados... En cualquier caso, la inmensa mayoría de los pacientes de las celdas penitenciarias viven entre rejas por alguna forma de estafa, robo, corrupción, soborno o apropiación indebida. Sería bueno que lo tuviéramos claro para cuando pensemos quedarnos con lo que no nos pertenece, pues corremos el riesgo de acabar como Correa, preguntándonos en el patio de Soto del Real por qué estamos entre tanta gente mala si nosotros no somos ni gitanos ni desclasados, ni tan siquiera mariquitas.

Una maldad. Hace poco salió en la tele una aristócrata vinculada al mundo de la moda llamada Carmen Lomana. Les aconsejo que busquen el video porque no tiene desperdicio. Con gran congoja y ese peculiar hablar de pija biencasada y de derechas, confesó a la periodista que algunas personas de su círculo, dueñas de un gran patrimonio pero que han quedado sin trabajo, estaban pasando por grandes dificultades por no disponer de "dinero cash" para ir siquiera al supermercado. "Cuando ves así al típico pobre de siempre, ese que siempre ha tenido que pedir por la calle... ese está acostumbrado... pero para estas personas, buf, son historias terribles." Lo dijo, y se quedó tan pancha.


Cuentan que en el patio de Soto del Real se dejó escuchar una atronadora carcajada colectiva cuando Correa dijo aquello de "¿qué hago yo aquí entre delincuentes?"



4. MADONNA ME PARECE EL MAYOR TIMO DE LA HISTORIA DEL POP, creo que sin comparación con Milli Vanilli o con el Festival de Eurovisión. Alguno de mis madonnianos amigos está empeñado en hacerme entrar en el camino de la verdad: "Yo pensaba como tú, pero en el escenario... una reina". Sí, eso justamente, un poco como un Mago del País de Oz, pero sin la gracia del Mago. Escenografías efectistas, coreografías violentas y sin sutilidad ni talento, una voz de mierda, una música perfectamente pegadiza y olvidable. Madonna es una revisitación presuntamente irónica de Marilyn Monroe y Marlene Dietrich, cruzada en estilo cutre salchichero con algunas intuiciones de David Bowie, Prince o Sex Pistols.

Pero Madonna en realidad no es nada, por eso es una reina. Perfectamente sincronizada con los ciclos cortos de la moda, Madonna pasa de predicar la condición de oveja descarriada de la Iglesia a pegarse besos lésbicos con alguna idiota o a moverse lúbricamente como una estrella del cabaret. Madonna puede ser cualquier cosa porque ya se encarga su avezado equipo de asesores de investigar qué tendencia hay que imitar este año, y sus fans de seguirla a donde vaya. Todo parece destinado a devorarse a sí mismo en poco tiempo para dejar de nuevo paso a la reina con una nueva moda estúpida, con otro juego de signos en el que celebrará al pueblo americano golpeado por los terroristas, a los niños de África, a las lolitas, a los drag-queens, qué más da... Diosa de una legión de fanáticos especialmente sensibles al "qué se lleva ahora", Madonna muestra al mundo qué ropa hemos de ponernos, cómo hemos de follar, que carita hay que poner para que los demás nos adoren o nos tengan envidia y qué lugar del mundo es digno de compasión... Todo, eso sí, para durar una temporadita.


Yo, entre tanto, no acabo de sentirme provocado por las mamarrachadas de "la ambición rubia". Ni saca mi lado sexual oscuro y salvaje ni conmueve la estructura profunda de mi educación en colegio religioso. No nos engañemos: hay mucho análisis sociológico que realizar sobre este fenómeno tan de nuestro tiempo como Obama, el Orgullo Gay o Wal Mart.




5. Una prostituta del Barrio de Velluters me dice "ven, guapo", ante mi silencio. La siguiente consigue, al menos, arrancarme una sonrisa. "Ven aquí, guapo", me grita, con evidente acento extranjero, "vamos a follar, vamos a triunfar".



Aprende de las putas de Valencia, Madonna. Al menos tendrías gracia.





Saturday, July 18, 2009
















GALICIA, VEINTE AÑOS DESPUÉS

1. Vagabundeando por las calles bajo una de esas lluvias que no llegan a ofender, se me ocurre la estrambótica idea de que en las ciudades del Norte no hay sexo ni violencia. No entiendo por qué -como en el cine de masas, donde la lujuria siempre es preámbulo de una violencia penitencial- ambas cosas tienden a asociarse por su presencia o por su ausencia, pero percibo que una ciudad gallega carece de la agresividad sexual de una mediterránea. El resultado son estilos de convivencia naturalmente más civilizados... pero también una cierta sensación de estar quedando fuera de los tiempos, pues todo en nuestra época -los discursos y las imágenes- parece habitar la lógica del sexo y la violencia proliferantes. Y digo sexo sin referirme a eso que Michel Foucault llamaba "el cuerpo y sus placeres" -sería ridículo pretender que tal cosa es "más meridional"- sino a la imagen espectacularizada del erotismo, de lo cual el desfile callejero de los cuerpos y los gestos es tan protagonista como la publicidad más impactante... No aludo al sexo, sino a su idea... no a la violencia, sino a la fantasía del dominio y la exhibición inflacionaria del músculo y el rictus de amenaza. No he visto, por cierto, un solo ciclado por las calles de Galicia.

2. Los madrileños no lo saben, pero se les detesta en todas partes, y en Galicia más que en ningún sitio. El gallego se ríe discretamente del tonto del culo recién llegado con un duro en el bolsillo y que pretende saber más del marisqueo y la gaita que los propios lugareños. Desconocen lo que secretamente les une: los unos son nietos de aquella hojarasca que tuvo que habitar chabolas en un cerro al que ahora llaman Las Rozas cagándose de hambre y de frío a la espera de una oportunidad, los otros provienen de quienes dudaron entre morir de tuberculosis y cosechas devastadas o poner pra a América -Rosalía de Castro dixit- con una mano delante y otra detrás. Es mucho más que la Guerra Civil lo que en España necesita memoria histórica.

3. Galicia ha cambiado un poquiño en los veinte años que han pasado desde que estuve la última vez. Las confiteras del centro de Santiago no salían antes ofreciendo dulces como gancho para obligarte a comprar después tarta de almendras o feuchos. La antigua timidez no se aviene con la globalización ni con la crisis.





4. A veces se me ocurre que en Galicia el hombre son en realidad las mujeres. Viuda o simplemente casada con un marido que "está por ahí", se acostumbró como en los países en guerra a cargarse el país a los hombros. Mujeres que conducen autobuses, máquinas de demoler piedra o tractores, mujeres policía, mujeres que cuidan el minifundio de parte a parte: la necesidad -a veces desesperada- nos convierte en expertos en cualquiera de las cosas para la que se nos hace creer que no servimos.





5. La Ría es aparentemente plácida, pero la marea tarda en revelar todos sus equívocos. Do vento de la Península de O Grove o Finisterre no se habla en los folletos turísticos. Galicia no es una postal para el turismo, aunque siempre puede despertar la codicia invasora por la lujuriosa promesa de una mariscada por 42 euros con centollo y botella de Albariño.




6. El Botafumeiro no salvará nuestra alma, eso en realidad ya no lo cree nadie, pero la Misa de Peregrinos se llena irremediablemente. Así es la sociedad del espectáculo.








7. El Camino es misterioso y gnóstico, desde luego, pero no porque oculte los secretos de los atlantes, los templarios o los marcianos, como creen los freakys y los que leen novelas de tramas conspirativas. Los seres humanos de la vieja Europa se lanzaron a las rutas santas para ser mejores, para encontrar la sabiduría y regresar a su aldea con el alma fortalecida y el estigma inscrito en la piel de haber superado la prueba de la fe. Tan misterioso como el sortilegio mismo de la presencia de este mono raro en un pequeño rincón del cosmos: nada más.


8. En realidad sí fui a la Isla de Ons: virtualmente, claro, en una de esas exposiciones interactivas que te permiten desplazarte por todo el mundo con un simulador. "Isla de Ons", pulsé, y allí estaba, tan hermosa como la imaginaba, pero sin olas ni marea, sin olor a peces muertos, sin sudor, sin barco en que te mareas... Hermosa, pero de ficción: no se puede tener todo.



9. Regreso al nudo gordiano de Madrid. En la media hora que paso en un banco de la Estación del Sur, una chica subsahariana ha sido abordada por un borracho con pinta de esquizofrénico, un mulato, un viejo, el borracho de antes por segunda vez... A veces me alegro de no ser mujer... y también de no ser un trozo de carne. Cuánta violencia.

Wednesday, July 15, 2009






NO IRÉ A LA ISLA DE ONS.

CUADERNO DE VIAJE




1. Un día entero cuesta llegar a O Grove desde Valencia. Descubro que, en realidad, esta pequeña peninsula que parece querer aventurarse sola en el Mar Tenebroso es espiritualmente una isla, pues la lengua de tierra que la enlaza con el continente -la praia de A Lanzada- emerge del mar hace apenas unos cientos de años. Unas leguas mar adentro -o ría afuera- se encuentra la isla de Ons, que me recuerda a aquella otra donde el Conde de Montecristo encontró la fortuna que le permitió administrar su venganza. Temo que no llegaré a Ons, recorreré más de mil kilómetros para llegar a un lugar que terminará quedando para siempre entre mis sueños... Como tantas otras veces en la vida.






2. Madrid es el nudo gordiano de todos los desplazamientos. Y lo asume con naturalidad. El bostezo con que recibe esas legiones caóticas de gente de todas partes es el mismo con el que ve pasar -todavía- los rebaños de la trashumancia.







3. Grupos de gays regresan de las últimas resacas del Día del Orgullo, transmutado en un festival de gente más o menos guay o más o menos vulgar que exhibe su absoluta banalidad... Poco que ver con una jornada reivindicativa. Tienen razón: no iríamos a Chueca en ese fin de semana si no pensáramos que es divertido. Pero todo tiene un precio: el de convertirse en otra tribu más que exige su derecho a consumir, producir signos vendibles y hacer el ganso por las calles... el precio en suma de la normalidad más tediosa. Quizá la Cultura Rosa deje de fascinar cuando haya dejado atrás todas las cicatrices de su legendaria condición proscrita, cuando ya sólo produzca los signos de lo guapo, lo joven y lo exitoso, más o menos como Mango o como la serie Gossip girl. Les entiendo, como yo, el gay medio pretende vivir tranquilo y divertirse... pero no es así como los héroes forjan su prestigio. Quizá sea éste el momento oportuno para reivindicar al gay disidente.

4. Otras tribus se lanzan al abordaje del metro en la estación de Chamartín con la dirección opuesta. Mientras un guardia de seguridad detiene a un carterista rumano, cientos de chicos con camisetas del Real Madrid se acercan al Santiago Bernabeu para asistir a la presentación de Cristiano Ronaldo. "¿A dónde vais?", pregunta un periodista: "a ver al Tío Bueno", dicen unas crías con pinta de no distinguir el offside de la magnesia. C.R. es un placebo y Florentino Pérez lo sabe mejor que nadie. Probablemente termine siendo un fichaje ruinoso -por más que el imponente ejército de periodistas que compiten por arrimarse más al sol del florentinato nos obliguen a creer lo contrario- y sólo contribuirá a degradar aún más la imagen de institución seria que el Real forjó a fuego durante cincuenta años. Sorprende la unanimidad de la prensa nacional al subir al trono de los cielos a este Hombre Superior cuyo verdadero aval publicitario no es el éxito -como gestor futbolístico es un ejemplo de lo que no hay que hacer-, sino la osadía y la capacidad de endeudamiento. Buen aprendizaje para los tiempos: no soy rico por mi fortuna, sino porque los bancos me permiten llenarme de números rojos. Pero hay una agenda oculta en todo este circo: al final pagaremos todos la ruina megalómana del madridismo. Los bancos lo saben y por eso fían a FP. Lo que en el fondo buscan todos estos fichajes millonarios es incrementar la autoestima de la plebe, cuya demanda de sugestión y de razones para creer va más allá de lo que supuestamente es eso del fútbol como evasión o panem et circenses: los fichajes del Madrid hacen creer a la gente que es posible reactivar la deprimida economía, la parálisis de la sociedad civil, el fracaso de la escuela, la corrupción de la Iglesia, qué sé yo, todo es superable si un Guía como Florentino nos demuestra que es posible despilfarrar el dinero en fruslerías. Kaká, Benzema y Cristiano son un placebo. ¿No terminará la clínica convirtiéndose en suministradora de placebos?



5. No queda prensa seria en la estación de trenes y compro el diario Público. Algunos articulistas parecen dirigirse a adolescentes, un poco como los programas presuntamente de izquierda que emite la Sexta. Diríase que Pedro J.Ramírez ha sacado a su niño díscolo y leninista a pasear y se ha comprado otro periódico con el objeto de demostrar que para ser rojo hay que amontonar tanta estupidez como para ser lector de El Mundo. Claro que Público parece una gamberrada inofensiva, mientras que El Mundo es cada día más el nombre de algo muy siniestro.

Friday, July 03, 2009











SANGRE


1. Presencio la escena nada más abandonar el patio del bloque donde tramo mi vida con la intención -les aseguro que sincera- de no hacerle daño a nadie. Un tipo de unos veinticinco -con músculos de gimnasio, tatuajes, sin camiseta, con un automóvil de alta cilindrada y con alerones y pegatinas de discoteca y la música para lobotomizados a toda hostia- saca su cabeza por la ventana y empieza a insultar y amenazar al de delante porque, habiéndose detenido más tiempo del conveniente, está ralentizando el paso del descerebrado en cuestión. La carga de violencia que, sin mediar provocación, exhibe este último es tan desproporcionada que uno pierde el tiempo pensando que el consumo de drogas está haciendo enloquecer a un gran sector de la juventud. Con o sin cocaína -esa que hace "perder la calma a gente sin alma", como dice Joaquín Sabina- ese tipejo acabará pegando a la incauta que intime con él o enviando al hospital a cualquier viejales desgraciado que le plante cara en una calle estrecha. Tampoco me interesa si hay demasiada presión laboral, hipotecas que pagar y miedo al paro, todo lo cual, según algún psicólogo indulgente, predispone a la violencia que últimamente se detecta de forma creciente en nuestras calles y, sobre todo, en nuestras calzadas. Todos vivimos en cárceles de prisa y estúpida urgencia, pero no todos nos dedicamos a amedrentar a la gente y a intentar sacar de la carretera a los débiles, los lentos y los que titubean, práctica muy común entre tanto y tanto Fernando Alonso de pacotilla que cabalga por las carreteras. Me divierte mucho esa tendencia tan extendida entre la plebe de rechazar las normas de tráfico y la labor sancionadora de policías y guardia civil porque "solo tienen afán recaudatorio". Yo creo que hay que sacar a los violentos de las carreteras... Los sacaría también de las calles, pero creo que al volante son mucho más peligrosos.


2. Esta primera reflexión sobre la violencia que nos rodea me asalta recurrentemente al inicio del verano. Empieza el calor, así tituló Chester Himes a uno de sus más sangrientos relatos. No sé si el incremento a veces muy abrupto de la temperatura hace subir igualmente el termómetro de la irritabilidad, aunque creo que tiene que ver más con el efecto paradójico que provoca la proximidad de las vacaciones, un efecto que quizá ya hayan observado ustedes los viernes por la tarde, cuando la gente, ambicionando el reposo, se introduce en el atasco de tráfico con más urgencia y más agresividad en el alma de la que arrastra cualquier otro día. Curioso simio el humano, sí.
3. El final de mi lectura de Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy, coincide con la visita a Valencia de la exposición de los grabados de Goya. Este pintor fue una anomalía salvaje, una figura irrepetible, uno de esos genios tronantes capaces -como Beethoven, curiosamente ambos eran sordos- de convertir la cólera en inspiración y en belleza. No es sin embargo la belleza lo que caracteriza a los grabados, en especial los de la serie titulada Los desastres de la guerra, cuya maestría en describir minuciosamente los paisajes del horror y la crueldad nos lanzan un estremecedor interrogante : ¿realmente vio todo aquello que dibujó?

4. Meridiano de sangre es, como La carretera o No es país para viejos, un relato conmovedor: puede abandonarse su lectura, pero no deja indiferente. Se trata de una historia de frontera. Un joven del que no llegamos a saber su nombre -el chaval- es protagonista de una historia repleta de cadáveres donde, a veces, el mayor problema parece ser si quedan vivos suficientes para enterrar a los muertos. Pese a algunas deficiencias propias de un narrador algo asilvestrado, Meridiano tiene la fuerza imponente de los grandes relatos, de lo cual es síntoma la sensación que el lector tiene de que el autor ha vivido efectivamente los hechos que van acaeciendo ante sus ojos espantados.
Hay autores sin los que uno ya no puede vivir. McCarthy puede hacernos llegar a creer que este es un planeta inhóspito y que nuestra raza está, con todo merecimiento, destinada a la desaparición y el olvido. La sangre no corre en su historia de cuatreros y mercenarios de frontera con "justicia y honor", como en los viejos cantares de gesta o en el western cinematográfico clásico... Las páginas se tiznan de rojo tan solo porque la vida se vende barata en aquellos territorios entre mexicanos, indios y blancos desalmados. Enviado a la "causa justa" -limpiar ciertos territorios de aborígenes hostiles- el grupo de Glanton y el Juez Holden terminarán revolviéndose contra quienes les pagan y convirtiendo cada pozo de agua, cada aldea, cada moneda de oro en una buena excusa para exhibir la propia fuerza, que no es otra que la de aterrorizar a todos los que le rodean.


5. ¿Se construyen las naciones gracias en parte a grupos como éste? ¿Aseguran nuestra fronteras y nuestra prosperidad civil bandas de asesinos sin escrúpulos? Lo que llamamos Estados Unidos, España, Paisos Catalans... ¿son el resultado del puro derecho de conquista? La identidad colectiva de la que disfrutamos apaciblemente, ¿se ha levantado desde la derrota, la esclavitud o incluso el exterminio de otros muchos que estuvieron antes y que tenían, por tanto, más derecho a quedarse?

6. El filósofo francés Alexandre Kojeve, prestigioso intérprete de los textos de Hegel en los años treinta, diseñó una teoría a la que se ha denominado "Terrorismo histórico". Según Kojeve, verdadero en historiografía es aquello que los ganadores deciden que es verdadero. El planteamiento va mucho más allá de aquella vieja y sensata advertencia de que la historia la escriben los ganadores. No, no, Kojeve afirma que no hay protesta ni impugnación posible hacia la Historia, que son la sangre y la conquista la que imponen su criterio y que no hay verdad accesible más allá de ello. Así, las idelogías miden su grado de verdad por su "éxito" en la historia, de tal manera que la realización en la praxis de su proyecto sería suficiente para absolver a un tirano. Lo que tiene de nazi o de estalinista está visión es directamente proporcional a lo que tiene de apología de la violencia.


7. Mi problema con McCarthy es que su decidida vocación de no ofrecer paz al lector se asocia a medida que uno corre sobrecogido las páginas a una atmósfera tóxica donde nada, absolutamente nada, justifica nuestra presencia en este rincón del cosmos. Tras los momentos de paz de los que frágilmente disfrutamos ahora mismo usted y yo, sólo se encuentran la violación y el asesinato de las mujeres, el extermino de los niños y los huesos de tantos y tantos que quedaron en el camino arrollados por el "Progreso", cuyo secreto designio no es otro que perfeccionar las tecnologías destructivas. No hay humor, solo cinismo; no hay un proyecto moral, solo supervivencia. Si leen La carretera entenderán por qué creo que es la mejor novela de MacCarthy. Su paisaje es el más desértico y desolador de toda su obra, la vivencia que relata no puede ser más pavorosa... Y sin embargo, en ese padre, que cruza junto al niño miles de kilómetros de una carretera con un carro de supermercado rumbo al mar, hay algo, un objetivo, siquiera el cumplimiento de una promesa, que no aparece en Meridiano. Por eso el final de esta, pese a todo, maravillosa novela me dejó helado.
8.Hubo un tiempo en que creí demasiado en serio esa idea atribuida a Heráclito de que la conflagración es el principio y la madre de todas las cosas. Lecturas planas y abusivas de Nietzsche parecen encontrar en él el principio de que el sentido y la sabiduría surgen del campo de batalla. Lo que llamamos la verdad no son sino "chispas que se levantan de las espadas enfrentadas". Hoy entiendo los textos de Nietzsche y del de Efeso de manera muy distinta, desde luego, y se me ocurre si este tipo de interpretaciones tan simplistas no sirven para mucho más que justificar la afición de algunos por los videojuegos sangrientos o por esos entretenimientos pueriles de fin de semana donde hombres hechos y derechos se dedican a tirarse pintura o balas de juguete. Ojalá, en cualquier caso, se conformen con eso y no les dé por invadir Polonia, bombardear Iraq, matar a golpes a su señora o atropellarme con su cochazo rojo con alerón.